miércoles, 4 de mayo de 2011

VI Conceptos Básicos para el análisis (cultura y sistema económico social)

Cultura


El término Nazi es una forma corta del Nationalsozialismus alemán; la ideología fue institucionalizada en el
Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores
(PNSAT), en alemán Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), también conocido como partido Nazi.
El Tercer Reich es el periodo y se utiliza como sinónimo para la Alemania Nazi. El término fue introducido por la propaganda Nazi, que contaba al
Sacro Imperio Romano Germánico como el primer Reich, al Imperio alemán de 1871 como el segundo y a su propio régimen como el tercero. Esto fue hecho para sugerir una vuelta gloriosa de la Alemania anterior tras la República de Weimar instaurada en 1919
y que, sin embargo, nunca fue disuelta oficialmente por el nuevo régimen.
El partido Nazi procuró combinar símbolos tradicionales de Alemania con símbolos del partido Nazi en un esfuerzo por reforzar la idea de unidad entre sus ideales y Alemania.

Tras su derrota en las elecciones de
1932, el NSDAP promovió una ola de revueltas y violencia callejera que forzó al débil e inestable gobierno al colapso. El jefe de estado, Paul von Hindenburg, fue presionado a pactar con Hitler, quien fue nombrado canciller alemán el 30 de enero de 1933. Una vez en el cargo, Hitler llamó a nuevas elecciones en medio de una intensa propaganda nazi. Poco tiempo antes de los comicios, el Reichstag (Parlamento Alemán) fue incendiado. Entonces Hitler culpó a los comunistas, sugiriendo que el incendio era el comienzo de una revolución y sembró el pánico con el objetivo de un mayor caudal electoral. Finalmente, las elecciones le otorgaron el control del Parlamento, el que poco después aprobaba una ley que establecía una dictadura
a través de medios democráticos.
Hitler impuso desde entonces un gobierno centrado alrededor de su figura, basado en el principio del caudillo o Führerprinzip. Según este principio político, el Führer quedaba identificado con el pueblo ("Era" el pueblo), y sólo él conocía y representaba el interés nacional. Esta representación del pueblo por el líder era esencial: no suponía ningún procedimiento de consulta y delegación del poder. El Führer Prinzip, sostenían sus ideólogos, reemplazaba a un gobierno irresponsable e impotente (el parlamentario), por otro poderoso y en el que la responsabilidad recaía en una sola figura. Así, la voluntad del Führer se transformaba en la ley. La aplicación de este principio resultó en formas totalitarias de control y represión, ya que cualquier oposición a los designios del Führer era, por definición, antinacional.

En su obra Mi Lucha (Mein Kampf), Hitler había escrito: "Los alemanes tienen el derecho moral de adquirir territorios ajenos gracias a los cuales se espera atender al crecimiento de la población". Hitler establecía la necesidad de acabar con la desproporción entre la población alemana y la superficie territorial que ocupaba.

La idea no se limitaba a restaurar las fronteras anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial (1914), sino a conquistar nuevas tierras al Este. No sólo para asegurar el sustento a la población, sino, y sobre todo, para garantizar su supervivencia, a expensas de las "razas inferiores", en este caso la raza eslava. De esta manera, la biología se convertía en determinante de los valores fundamentales de la comunidad nacional.
Hitler incrementó el
Lebensraum (espacio vital) a través del Anschluss (anexión) con Austria y la ocupación de los Sudetes (Checoslovaquia) en 1938, y luego por medio de la invasión de Polonia en 1939, que motivó el estallido de la Segunda Guerra Mundial
.

Conquistas territoriales del Reich
El expansionismo nazi alemán alcanzó su punto culminante cuando Alemania invadió a la Unión Soviética en
1941, ocupando Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Lituania, Rumania, Bulgaria, Estonia y la mitad occidental de la Rusia
europea.
Véase también:
Cronología de la Segunda Guerra Mundial


Cuando el Partido Nazi tomó el poder en 1933, la economía de Alemania ya se había recuperado parcialmente del desastre económico originado por el
Tratado de Versalles. Desde un comienzo buena parte de la economía del Tercer Reich es orientada hacia el armamentismo.
A partir de 1941, el estado mayor de las Schutzstaffel (
SS) puso en marcha el programa de explotación de la mano de obra forzada de prisioneros de guerra, en su mayoría ciudadanos polacos y soviéticos, ya que había un fuerte déficit de trabajadores debido a la movilización de los alemanes al ejército. Debido a que millones de ucranianos murieron en la guerra, se originó un superávit
en la producción de alimentos de ese país, que sirvieron para alimentar a los ciudadanos del Reich.
Conglomerados industriales alemanes como
Krupp, BMW, Mercedes-Benz, Volkswagen o IG Farben participaron en dicho sistema. También empresas de origen estadounidense, como Fordwerke, filial de Ford y Opel, filial de General Motors.
Vamos a detenernos aquí, ya que un tema como la cultura alemana de los años 30 nos tendría escribiendo y escribiendo análisis hasta decir basta.

Sistema económico social

El nazismo mantuvo el capitalismo como sistema económico y social. Hitler se apoyó en los grandes empresarios para ascender y consolidarse en el poder, en tanto que sobre la clase obrera recayó la tarea de reconstruir la economía alemana, maltrecha tras la Gran Guerra y la crisis de 1929.
El apelativo “socialista”, presente en las siglas del Partido Nazi, careció de un significado real y constituyó una mera argucia dirigida a atraerse a un importante sector de la sociedad. La estructura de la propiedad, especialmente la agraria, no sufrió cambios respecto a épocas precedentes y los grandes terratenientes mantuvieron su influencia, siendo uno de los puntales del régimen.
A medida que el rearme alemán fue incrementándose se produjo una perfecta fusión entre los jerarcas nazis y los empresarios relacionados con la industria militar.
El renacimiento económico alemán se realizó a costa de los bajos salarios, un ritmo creciente de trabajo y la absoluta desarticulación organizativa de los trabajadores: los sindicatos de clase y las asociaciones políticas fueron prohibidos.
La organización de las empresas se estableció sobre la base de una profunda jerarquización que, a pesar del empeño que el régimen puso por disimular mediante iniciativas de carácter propagandístico como el acceso de todos los alemanes a la motorización, agudizó las diferencias entre trabajadores y empresarios.
La contrapartida fue la erradicación del desempleo, que sirvió a Hitler para hacerse acreedor del favor de una buena parte de los obreros en paro. Éstos prefirieron ocupar un puesto de trabajo en ausencia de democracia que la libertad sin él.
La sociedad sufrió un proceso de homogeneización que desembocó en la persecución y eliminación de elementos izquierdistas, minorías raciales (gitanos o eslavos), homosexuales, deficientes mentales y, de forma especial, judíos.
Éstos últimos, muy activos en la vida económica y social de Alemania fueron segregados del resto de la población y les fueron impuestas leyes discriminatorias que arruinaron su normal desarrollo político, social y económico.
En sustitución de los sindicatos, suprimidos en mayo de 1933, se creó el Frente Alemán del Trabajo, presidido por Robert Ley, que reunía en su seno tanto a trabajadores como a empresarios y prescindía de la lucha entre clases esgrimida por las organizaciones de inspiración marxista.
Llegó a contar con 25 millones de afiliados y gran influencia dentro del entramado estatal.

La política social se llevó a la práctica mediante una intensa acción de tutelaje sobre los trabajadores, que fue más allá incluso de su vida laboral. Para ello fueron planificadas numerosas actividades culturales (cine, teatro, deportes, viajes, etc), cuya misión era identificar a las masas con el régimen y potenciar una falsa imagen de igualdad entre sus miembros y los de la clase dominante.

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